Nos quisimos, es cierto y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás el mismo día.
(Ángel González)
Miro el reloj y pienso en ti.
Son las doce todavía.
Aún faltan dos horas para que suene la sirena,
ciento veinte minutos para que la puerta se abra
y los pies cansados nos acerquen a la boca de metro más cercana
Son las doce y amanece en tu ciudad;
las nubes ocultan la Cruz del Sur,
llueve por plazas y calles solitarias;
bajo las frazadas, duermes todavía.
El clóset se quedó entornado,
abierto; el libro de poemas que leías,
indolente, reposa sobre la alfombra;
alguien de tu casa trastea en la cocina,
calienta agua en la tetera,
con la punta de los dedos abre un claro en el vaho de los cristales
y un chorro de luz se escapa hacia la calle oscura.
En la distancia, miro el reloj y pienso en ti,
mientras duermes; estarás soñando,
tal vez conmigo
que espero a que suene la sirena.
Cuando seas tú la que salga del trabajo,
aquí serán las nueve de la noche.
Así se lo explicas a la amiga que camina de tu mano
y escucha lo que cuentas: que anoche te escribí,
bien entrada ya la madrugada,
que volveré en otoño,
tan pronto como sea primavera,
cuando aquí florezca el azahar en los naranjos
y, acabada la vendimia, los pámpanos de la vid se tornen rojos
como el sol que camina más allá del horizonte,
buscando otras viñas que retoñan verdes y frondosas,
un mar en el que se aman las ballenas.
En casa te espera la mesa puesta: el choclo y los porotos,
el curanto, el manjar y los duraznos.
Yo abro mi puerta y encuentro la casa llena de vacíos,
cerrados los armarios.
La soledad me come.
Hago una tortilla en la cocina;
enchufo el ordenador para escribirte, para buscarte.
Cuando entrada la madrugada me venza el sueño,
tú ya estarás en tu cuarto,
leyendo un libro u ordenando el clóset;
olvidarás cerrarlos cuando te acuestes
y yo esté profundamente dormido,
soñando ya,
tal vez contigo.
Primer premio en el II PREMIO LITERARIO DE DONANTES DE SANGRE" (2010) de Zaragoza.