Ahora no os voy a contar la historia de este mundo en el que vivimos, del cómo ni el porqué surgió en medio de la nada y las tinieblas, de cómo en él se separaron las aguas y la tierra, crecieron las plantas, aparecieron los peces primero, las aves después y, luego, el resto de los animales y el hombre que, a lo largo de siglos, sería el encargado de ponerle punto y final.
Quienes entienden de estos temas nos explicaron lo del calentamiento global, las causas de la contaminación y del hambre, del efecto invernadero, la violencia, la sobreexplotación de los recursos naturales… La gente más sencilla, pero más sabia que los que saben, intuyó que eran la guerra y la codicia, el odio, la incultura y la ambición quienes, año tras año, fueron devastando el planeta, quienes hicieron el aire irrespirable; los mares, meras… cloacas; los campos, estériles: la tierra un erial:
Nada sobrevivió sobre su faz, condenada fue a la nada y las tinieblas. Ni un sólo vestigio de vida quedó en toda la Tierra.
Ni un sólo vestigio de vida… Salvo un niño, una niña y unos brotes verdes, minúsculos, de hierba.
Ellos cuidaron de aquellas briznas hasta que tomaron fuerza, crecieron, se extendieron, se hicieron pasto y fueron prado en el que nacieron flores, arbustos, árboles sobre los que volvieron a anidar los pájaros. Tuvieron hijos y, risueños, poblaron la tierra, donde fueron felices hasta que, poco a poco, regresaron los políticos, los militares, los sacerdotes, los banqueros… y trajeron la ciencia y el progreso, la industria, la riqueza, la avaricia, el odio, la ambición, la guerra y, de nuevo, la sobreexplotación de los recursos naturales, la contaminación, el hambre, el calentamiento global, el efecto invernadero.
Quienes entienden de estos temas lo explicaron muy bien, pero eso no impidió que el aire se volviera irrespirable; los mares, cloacas; los campos un erial. Y esta vez sí que ya nada quedó sobre la faz de la tierra, condenada para siempre a la nada y las tinieblas: Ni un solo vestigio de vida en todo el planeta.
… Salvo un niño, una niña y unos brotes verdes, minúsculos, de hierba.