11 de febrero de 2024
Tan solo hace unos días que apareció la segunda edición de Para siempre..., novela juvenil, cuyo autor (el enigmático K. Lédam), me pidió que prologara, por los motivos que un poco más adelante podréis comprender, si leéis el prólogo que, como Damián Trésel, le escribí y que podéis leer a continuación:
Pensará el lector de estas líneas que les voy a hablar de literatura de género, que les voy a presentar este libro haciendo hincapié en sus valores literarios como literatura juvenil. Y, sin embargo, lo que yo quisiera dejar claro es que solo hay dos clases de literatura: la buena y la mala (o, lo que pudiera ser lo mismo: la que lo es y la que no lo es). Y Para siempre... lo es, sin necesidad de añadirle el calificativo de "juvenil", con el que se quiere señalar que hay novelas determinadas que ofrecen una lectura más próxima e inteligible para el lector adolescente y que permite, de manera más sencilla, el progresivo fortalecimiento del hábito lector.
A este respecto, Javier Ruescas opina que "las novelas juveniles están narradas de manera menos compleja, trabajando conceptos claros con los que el lector se siente identificado, lo que no quiere decir que sean peor que las escritas para adultos".
Dentro de este vasto mundo literario, la literatura juvenil tiene un lugar propio, destinado a esos corazones inquietos y esas mentes curiosas que se están acercando a la madurez. Este género tiene el poder de tejer historias que no solo entretienen, sino que también guían a los jóvenes lectores a través de un viaje de descubrimiento personal y del entorno, de aquellas "circunstancias" que, como decía Ortega y Gasset, nos hacen ser nosotros mismos, diferentes de los demás.
Pese a la importancia de esta afirmación, es frecuente oír decir o leer que la literatura juvenil es una gran olvidada "porque, por desgracia, cuando nuestros peques consideran que son mayores para el álbum ilustrado, pasan en muchas ocasiones, por un bache de sequía lectora... ¡Y no saben, o no sabemos en muchos casos, lo que dejamos por descubrir!" (cita textual de una reseña de la página de la librería Cuentos de Pan y Pimiento).
Algunos de esos tesoros escondidos bien podrían ser las narraciones de K. Lédam, que crean afición a la lectura porque con una prosa impecable, y dentro de una trama que puede enganchar a cualquier lector adulto, construye unos personajes con los que los jóvenes de hoy se van a sentir tan identificados como aquellos otros de hace más de dos décadas, que fueron los primeros lectores de Para siempre..., gracias a la primera edición de esta novela que ahora está en tus manos.
Conocí a K. Lédam (autor que, parapetado en este pseudónimo, nunca ha querido dejarse conocer en persona), porque esta primera novela suya y mi colección de relatos Moletar a los muertos fueron los dos títulos con los que la editorial Edisena comenzó su colección "Ababol". Mi obra, para el editor, era una apuesta segura, puesto que se trataba solo de una recopilación de relatos ya publicados por la Editora Valenciana en su revista gráfica "SOS", pero esa otra novela, de temática juvenil y un autor novel completamente desconocido, estaba llamada a convertirse en un acierto: poco después se convertiría en lectura obligatoria para alumnos de instituto y, lo que resulta realmente valioso, una de esas lecturas obligatorias que, en vez de espantar a los jóvenes de los libros, los convierten en aficionados a la lectura.
A Para siempre..., recientemente la han seguido otros dos títulos del mismo autor: Ata una cinta amarilla... (alrededor del viejo roble) y Dos cuentos y una carta de despedida, confirmando que el éxito de aquella primera novela no había sido mera casualidad y que K. Lédam era (y es), un especialista del género.
Aquella feliz circunstancia de haber coincidido los dos en el lanzamiento de aquella colección (del mismo modo que volvimos a coincidir de nuevo en la antología Algo nuevo, algo viejo, con la que la editorial celebró sus XXV años de existencia), es la que me trae hoy aquí como prologuista de esta segunda edición.
En la contraportada de la primera se podía leer esta breve sinopsis:
"Tenía toda la vida por delante y dos sueños que hacer realidad: triunfar como cantante y encontrar el amor… para siempre".
No se podía resumir mejor y con menos palabras la crónica de aquellos días que cambiaron el curso de una vida: la del joven Rick, un soñador incansable, y el verano en el que conoce a Natalia, una bonita chica recién llegada con las vacaciones, mientras va recordando historias de su niñez: su obsesión por convertirse en en el futuro en un cantante famoso para deslumbrar a Joya, su amor infantil, que le dejó una profunda huella; los amigos de su pandilla, con los que vivió divertidas aventuras y José, el “viejo loco”, un alma incomprendida que desafía el molde de la sociedad; en la aparente extravagancia de este personaje, Rick encuentra una amistad singular que desafiará las expectativas y enseñará lecciones que perdurarán más allá del resplandor de aquel verano.
Como se puede ver, todos los elementos propios de la buena literatura (sin necesidad de calificarla de juvenil, como decíamos al principio); aquella que nos sumerge en los recovecos de la adolescencia, explorando la búsqueda de identidad y el proceso de auto descubrimiento. Los protagonistas, a menudo jóvenes y en transición (como es el caso de Rick), enfrentan desafíos que reflejan esa eterna búsqueda de un lugar en el mundo... Temas universales que trascienden las barreras generacionales como el amor, la amistad, la pérdida y el coraje... elementos que resuenan en las páginas, conectando a los lectores jóvenes con las emociones fundamentales de la existencia humana.
Adéntrate, pues, en este viaje a través de los días dorados del verano, donde la música y el amor se entrelazan, creando un eco eterno en el corazón de aquellos que alguna vez soñaron con tener toda la vida por delante y un amor... para siempre.
Pueden encontrarse ejemplares de esta novela en Amazon