24 de enero de 2021
Te preguntas por qué escribes y, cualquiera que te lea, si es escritor, podrá pensar que la pregunta también es para él o para ella. Se sentirá invitado a preguntárselo a sí mismo y responder.
Leyéndote a ti parece que escribes porque no lo puedes evitar (por necesidad, dices). Creo que es la mejor respuesta que se puede dar. Escribimos porque no podemos dejar de hacerlo. Nada nos obliga a ello y nada nos lo puede impedir.
Siempre me ha asombrado que, cuando aún no me gustaba leer (empecé muy tarde, cuando ya había cumplido diez años y gracias a “Las aventuras de Tom Swayer”, de Mark Twain), decía que quería ser escritor, “fundaba” periódicos (de los que sólo aparecía un número, escrito todo a mano), e inventaba historias que dibujaba en viñetas sólo por la pereza que me daba escribir. ¿Por qué lo hacía entonces? Supongo que porque me nacía de dentro, como tú dices en tu escrito,
con éstas u otras palabras.
Yo creo que esto es algo tan obvio que la pregunta que suele hacerse habitualmente es otra: ¿para qué escribes? Tú misma, en tu texto, dejas de dar explicaciones del porqué y empiezas a darlas del para qué: “para sorprender y para hacer que todos se sorprendan y se trasladen a otros planos de la 'no mente', que rían, que lloren, que luchen, que critiquen, que busquen el amor o que lo hagan” Y ésta pregunta que tú empiezas a responder aún sin habértela formulado, es la que a todos los escritores le han hecho alguna vez en la vida.
“Escribo para que me quieran”, le leí una vez a Gabriel García Márquez, y me pareció que era la mejor respuesta que se podía dar. Habrá quien escriba para tener dinero (no conozco a quien lo haga... pero sí a más de un escritor que escribe para poder pagar las deudas y los gastos de su casa), o quien lo hizo sólo para tener algo que regalarle a la novia, el día de su cumpleaños. Para transformar el mundo parece que estés diciendo tú: que luchen, que critiquen, que busquen el amor o que lo hagan...
También yo escribo para que me quieran y porque no puedo dejar de hacerlo. Cualquiera de las respuestas que tú das o de las que he leído en algún momento, podría servirme. Todas las suscribo... pero tengo que confesarte que hace algún tiempo, no más de tres o cuatro años, llegué a mi propia conclusión: He conocido un mundo que desaparecerá conmigo y del que quiero dejar constancia; un mundo al que quisiera salvar del olvido. Personas entrañables, lugares y costumbres encantadoras, historias trágicas o cómicas que merecerán la pena ser recordadas. He vivido rodeado de hechos asombrosos que se disfrazaron de cotidianos, de personas maravillosas que apenas dejaron huella. Pienso en un gitanillo que se ahogó en una balsa cuando tenía ocho o nueve años y del que seguramente ya no habrá nadie que se acuerde; pero era un niño vital e ingenioso, alegre, desenvuelto y descarado. También en mi padre, tan sabio y tan noble, una persona extraordinaria al que mis sobrinos más mayores sólo recuerdan de forma borrosa y de quien los más pequeños puede que ya no sepan ni el nombre. Una mujer que estuvo toda su vida metida en la cama, pese a no estar enferma, porque había prometido no levantarse hasta que su novio volviera de la guerra... y nunca volvió. Una niña que enseñaba a leer a sus padres. Otro que se asustó la primera vez que entró en una iglesia y salió llorando porque allí había un hombre al que habían clavado en la pared... No te voy a cansar citando casos concretos, porque estoy convencido de que cada uno de nosotros, cada persona que pasa por nuestro lado, es la protagonista de una historia increíble, si se sabe contar.
Y yo quiero que toda esta gente que ha formado parte de mi vida, que todos los lugares que he acariciado con la mirada, que todas las historias que se han cruzado con la mía, se salven para siempre. Y que nadie a quien yo haya querido caiga en el olvido eterno, sino que su nombre y su historia puedan ser revividos dentro de siglos si alguien, casualmente, encuentra su historia, la historia que yo escribí.
Para que me entiendas mejor te diré que, si algún día te conociera y llegases a formar parte de mi mundo, podría decir que “escribo para que tú seas”.